Siento que me he perdido.
Me he perdido por este camino que sigo, me he perdido.
Me he perdido en la razón.
Me he perdido en el querer entender.
Me he perdido en querer ser bueno.
Me he perdido en la compasión y en el perdón.
Me he perdido en mi masturbación mental.

Estoy tan perdido que me pregunto cosas como si uno puede perdonar al mismo tiempo que se aleja y no se mantiene en contacto con aquello que le daña. ¿Se puede volver a confiar si uno no está presente para que le puedan demostrar que hay cambio? Y es que en esto también me perdí, en volver a confiar. Confiar en el otro. Confiar en que el otro me dará lo que yo quiero. Lo que yo necesito. Porque yo quería dar lo que yo creí que quería. Pero el otro no lo quería todo. O no lo quería de la misma forma que yo. Y eso no lo quise entender. Y entonces me perdí. Y entonces me lastimé. Queriendo tanto lo que quería, me lastimé. Y como toda crisis te devuelve a ti mismo, ahora ya no estoy perdido, ahora estoy lastimado.

¿Acaso no es un engaño pretender vivir sin dificultad y sin dolor? ¿A caso me engaño queriendo ser comprensivo y bondadoso después de tanto dolor? ¿O quizás es mas bien un acto egoísta querer ver todo esto para mantener mi aferramiento y no soltar?

Lo cierto es que es tan difícil dar sin esperar… que puse mi necesidad en el otro. Se la di para que la colmara, con la esperanza de que mi búsqueda si iba a solucionar. Iba a dejar de sufrir. Iba a llegar a la meta. A casa. Y fue una huida del sufrimiento. Y toda esta huida lo que precisamente ha generado es mucho mas sufrimiento.
Sufrimiento por haberme lastimado: forzar, exigir y tratar con dureza ha lastimado al otro y a mí. Al otro le ha lastimado porque a veces no se puede ver tu propia oscuridad y yo exigí mas de lo que podía ver. Y a mi me ha lastimado mas de lo que el otro y sus hechos me lastimaban realmente.

Al dolor, los celos y al desamor, le añadí frustración, dureza, sequedad, rigurosidad, exigencia y muchas mas cosas. Y el resultado es un doble dolor como resultado de la huida del dolor original que había. El dolor original de la soledad y la frustración.

Soledad es como mi mamá se llama. Y soledad es lo que yo viví. Y es lo que he estado viviendo toda mi vida entera. Soledad emocional. Solo internamente. Y ése es el dolor que quería evitar mi sufrimiento dándole al otro la capacidad de sanarme. La posibilidad de quererme. De acunarme. De vincularse, de amarme. Porque no se la di a nadie antes. Quizás fue un acto inconsciente de entrega a una persona que no podía colmar eso que yo necesitaba. Quizá hice esto para ver que mi soledad es mía y nadie tiene la tarea de colmarla mas que yo. Yo la genero. Yo me separo de la gente. Yo no me comparto. Yo no agradezco. Yo huyo del vinculo. Yo no lo hago crecer. Yo genero mi propia soledad y focalizo su solución en el otro. En 1 sola persona. Solo eso puede colmarla. Porque podré estar al lado de 30 personas pero me sentiré solo. Porque no les dejo verme en realidad. Y esta es mi soledad y mi forma de mantenerla.

No dejarme ver. No participar. No dejarme querer porque yo no quiero quererles. Porque quererles y pertenecer despierta otro miedo y abre otra herida. La del rechazo. Porque yo os quise. Os quise mucho. Una vez mas quise a quien no había de querer. Quise a quien no podía darme aquello que yo necesitaba. Quise a personas mas mayores que yo. Si, me estoy refiriendo a mi infancia. En mi infancia me vinculé y quise a amigos mayores que yo, me di a ellos y aprendí de ellos. Y de eso estoy agradecido. Aprendí mucho más que lo que mi edad requería, y fue una vez mas doloroso ver el momento donde no se pudo seguir manteniendo el vínculo. Llegó el momento donde molesté, por mi edad. Y se produjo el adiós. Me rechazaron. Y ahí me congelé, fue un gran revés y para no sentirlo me crecí. Me compensé. Me creí de mas, mas que los demás porque había aprendido mas cosas que ellos. Allí empecé a inflar mi globo. Un globo aerostático que se hinchó hasta puntos narcisistas, y duró hasta que la vida lo peto.

Lo cierto es que no podía querer. No quería a nadie. Solo quería que me quisieran a mi. Era solo yo. Yo era el mejor. Todos tenía que verme, que admirarme. Pero ellos para mi eran carne de cañón… yo no les quería. Yo les usaba para alimentarme. Para sentirme querido. No les podía querer. No les quería querer. Estaba muy herido de soledad y rechazo. No quería volver a vivir aquello nunca más. Y esto fue mi fantasía para compensar mi vida. Creer que yo era lo mas y que los demás me admiraban y me deseaban. Eso me daba valor, y motivos para ser querido. Falsamente, claro. Lo que en realidad crecía en mi interior era un sentimiento interno de vacío y poca valía. Yo era una mierda. No era querible. Y así la vida me lo había demostrado.

De pequeño, en mi núcleo me dejaban solo (al menos yo lo viví así). Mi padre desapareció de un día para otro y no supe mas de él en el resto de mi vida. Mi circulo social, al cual me había aferrado y vinculado, me rechazó como acabo de contar. Y ya por último mi amigo del alma. Que lo era porque bailaba al son de lo que yo quería y me seguía a todas partes. Me calló la boca. Me dio en todo el jeto. Me dijo lo que mas duele. Y yo volví a sentir el rechazo. Esta vez en el cuerpo a cuerpo. En el 1 a 1. Ya lo tenia todo completo. Madre, padre, social e individual. Todos me habían rechazado y/o por algún motivo yo sentí que no era querible por ello. ¿Que salida me queda ante eso? ¿Que es de lo que huyo y huyo y no dejo de encontrar constantemente?

Pues todo mezclado. Porque en realidad la vida me devuelve a mí constantemente. Cada dolor, cada frustración, cada objetivo no conseguido me devuelve a mi y a mi existencia. Y mi existencia ha sido dolorosa y me doy cuenta como realmente lo que estoy haciendo constantemente es huir de ese dolor, y esa huída lo que genera es mas dolor.

Esta llegando el momento en el que ya no quiero jugar mas. No salgo corriendo a ver si me pillas. No. Me doy cuenta después de 45 años de vida que lo que me sana, lo que me dignifica y lo que me hace grande como persona es parar. Ya no correr mas. Me paro y me dejo coger. Pero es que además me giro para ver que es lo que tantos años me ha estado persiguiendo. Y cuando lo veo, cuando lo miro detenidamente veo que no es tan grande. Poco a poco va desaciéndose. Se desintegra y pierde peso. Solo así podré vencerlo, aprendiendo de él y a vivir con el.

A medida que lo veo y lo inspecciono puedo ir masticando e integrando. Y va perdiendo peso porque ya no es un sufrimiento, es dolor. Pierde peso porque el escapar, el fingir, el engañarme a mí mismo, ya no suma a lo que es. Dolor de ver lo que yo he hecho. Dolor de ver lo que me pasó en la vida, y de lo que yo no tenía culpa. Y dolor de ver todo lo que hice para salir de ahí y que la único que forjé y conseguí es caer justamente en lo mismo. En la soledad. La compulsión a la repetición a veces no nos deja ver que precisamente lo que estamos haciendo, nos va a llevar al mismo resultado. Ya no sufro de correr y correr para que no me pille. Ya no quiero repetir. Ahora duelo. Y hago el duelo.

Porque merece un duelo ese ser en el que me convertí queriendo compensar y huir del dolor de mi vida. Y solo haciendo ese duelo, solo dejándole morir voy a poder volver a reconstruirme en quien soy. Solo así podre contactar conmigo. Con mi yo mismo. Y poder ver que soy mas que todo eso. Mas que toda esa máscara defensiva que creé para no sentir dolor. Solo así podré poco a poco empezar a quererme, reconstruir mi autoestima tan sesgada por la falta de contacto conmigo mismo y con mi existencia. Amor propio

Me doy cuenta de que formo parte de un todo, al cual quiero ayudar vivir. Es como si fuéramos todos juntos un organismo viviente enorme. Lo que yo hago, tiene un efecto en ese organismo, en las personas que forman parte de él. Y yo quiero poner mi parte. Dejar de esperar ser complacido por mis méritos o virtudes, dejar de esperar que ese organismo me de a mi. Y dar. Dar lo que pueda. Ayudar. Ayudarme. Sin exigencia y sin finalidad. Contribuir. Porque quizás así seré mas feliz, quizás así sabré querer y quizás así mi existencia será menos dolorosa. Contribuyendo al bienestar de los demas, que al final será el mio propio.

Y eso no significa que vaya por detrimento mío, sino que cuando pueda, sin presión, sin dureza, sin exigencia, daré, sin dañar a nadie, mas bien, buscando su bien porque si soy parte de un todo, si yo hago el bien al otro, y al todo, en el fondo me estoy haciendo un bien a mi. En el fondo esto es compasión. Buscar el bien en el otro sin esperar nada a cambio. Porque al final me doy cuenta que no se trata de falta de compasión o de dañar al otro o de falta de bondad, al final, en la vida, la cosa trata de amarse a uno mismo. Y escapando de ti, difícilmente vas a conseguir amarte a ti mismo.

Claro que se puede perdonar sin quedarte al lado, porque el perdón es un acto interno. Y porque para perdonar no te han de demostrar nada. Si a caso, será para volver a confiar, pero no para perdonar. El perdón para mí es una especie de duelo, donde para que todo pueda volver a ser como antes, hay que ser capaz de llegar al punto de recordar el pasado sin contactar con el dolor, sino mas bien contactar con aquello que viviste y poderlo agradecer. Un agradecido recuerdo. Es un duelo donde soltar aquella situación, aquél estado, aquella cosa que dolió, dejarla ir, y quedarte con aquello que te permitió vivir, querer, disfrutar, crecer. Y saber que quedó una herida, y que solo tu eres quien ha de cuidarla.

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